EL VIAJERO DE TAURED
Un funcionario de aduanas recibió en mano el pasaporte de un pasajero aparentemente llegado desde Europa. Mientras el viajero esperaba en silencio, revisó el documento. Vaya, el país no le sonaba. “Taured”. Debía de tratarse de alguno de esos minúsculos que casi parecían de broma, algún ducado o principado de esos como Liechtenstein o San Marino. Sin embargo, tras consultar con su supervisor, comprobó que la supuesta nación de Taured no aparecía por ninguna parte. El pasaporte sin embargo parecía auténtico y tenía estampado en sus páginas sellos de entrada de otros países que el pasajero había visitado aparentemente sin problema. Algo imposible, dado que el país del que decía venir… no existía.
El viajero fue interrogado por la policía del país del sol naciente en una discreta sala del aeropuerto. Aseguraba que su patria se encontraba en Europa, pero que era normal que no les sonase su nombre en Japón. Explicó que era muy pequeño y se encontraba entre España y Francia, pero que nunca había tenido problemas al viajar a Japón. Que era la tercera vez que viajaba aquel año a la nación asiática, por negocios, y que nunca había experimentado problemas. Mostró monedas de distintos países europeos que llevaba en una gran billetera y los agentes de la ley, tras comprobar un libro de geografía, le preguntaron si venía de Andorra. El tipo señaló sobre el plano la pequeña nación pirenaica, pero aseguró no haber oído hablar de “Andorra” jamás en la vida y que su “Taured” existía desde hacía mil años. ¿Da para pensar, o no?
Este es uno de tantos casos que a través de la historia personas aparecen desorientados, creyendo estar en un lugar que realmente no lo es... de para pensar.